6 de noviembre – Día Internacional contra la Violencia y el Acoso Escolar
Hoy no se trata solo de evitar empujones en el recreo. Hoy también hablamos de los mensajes que duelen más por la noche, de las fotos que circulan sin permiso, de los memes que dejan marcas aunque no se vean. El acoso escolar ya no tiene horario ni fronteras: entró al salón… y también a la pantalla del celular.
Y frente a eso, hay una figura que muchas veces pasa desapercibida, pero que está en primera fila: el trabajador social escolar. No con una varita mágica, pero sí con algo más poderoso: la capacidad de conectar, escuchar y actuar con otros.
No da órdenes: abre espacios para hablar
Un trabajador social no entra al plantel a “arreglar el problema”. Entra a sentarse con los chavos, a veces en un banco del patio, a veces en un rincón del aula. No les dice “debes denunciar”, sino pregunta:
—¿Te ha pasado algo que te haya hecho sentir mal en redes o en la escuela?
Muchas veces, esa pregunta sencilla es la primera vez que alguien les da permiso para hablar. Y en esa plática, nace la confianza. Porque el trabajo social no juzga: acompaña. Y eso, en medio del miedo y la vergüenza, es un alivio enorme.
Camina con los maestros, no por encima de ellos
¿Crees que los profesores siempre saben cuándo hay acoso? A veces no. Pero cuando el trabajador social platica con ellos en la sala de maestros, les ayuda a ver lo que antes pasaba desapercibido: un chico que ya no levanta la mano, una chica que se sienta siempre sola, un grupo que se ríe “demasiado” de alguien.
Juntos, maestro y trabajador social diseñan formas de intervenir sin exponer a nadie, porque saben que castigar no cura. Lo que sana es sentirse visto, escuchado… y protegido.
Con las familias: sin sermones, con complicidad
Muchos papás y mamás se sienten perdidos frente al mundo digital de sus hijos. “No entiendo TikTok”, “no sé cómo mirar sin invadir”, “¿será que exageran?”.
El trabajador social no llega con un discurso, sino con una invitación:
—¿Y si charlamos de cómo podemos cuidarlos juntos, sin que ellos se sientan vigilados?
A veces organiza cafés con padres, reuniones virtuales los viernes en la noche, o simplemente una llamada tranquila. Su objetivo no es “enseñarles a ser mejores padres”, sino tejer alianzas reales, donde todos —escuela, familia, comunidad— se sientan parte de la solución.
Con la comunidad: construye redes… de las que cuidan
El trabajo social escolar no trabaja en soledad. Reúne a estudiantes, docentes, madres, padres, incluso al personal de intendencia, para crear acuerdos colectivos.
¿Cómo queremos que sea nuestro grupo en redes?
¿Qué hacemos si vemos que alguien está siendo atacado en línea?
¿Cómo apoyamos a quien se atreve a pedir ayuda?
Y lo más bonito: deja que los mismos adolescentes propongan. Porque saben mejor que nadie cómo se vive el ciberacoso… y también cómo frenarlo.
¿Y tú qué puedes hacer hoy?
No necesitas ser experto. Solo estar presente.
- Pregúntale a tu hijo o sobrino: “¿todo bien en el cole… y en tus redes?”
- Si eres maestro, no minimices lo que parece “solo un chisme”.
- Si ves algo raro, habla con el trabajador social de tu escuela.
- Y si ya hay uno, agradécele. Porque su trabajo no se mide en actas, sino en vidas que recuperan la confianza.
Una escuela segura no se construye con reglas solas… se teje con conversaciones
Hoy, en el Día Internacional contra la Violencia y el Acoso Escolar, recordemos que el cambio no viene de un discurso, sino de actos cotidianos de cuidado compartido.
El trabajador social escolar no tiene todas las respuestas. Pero sí tiene las manos tendidas, el oído atento y el corazón dispuesto a caminar con otros, no por delante ni por detrás.
Y en un mundo donde el acoso se esconde hasta en la pantalla del celular… eso es, sin duda, revolucionario.
Porque nadie debería tener que sufrir en silencio. Ni en el salón. Ni en su teléfono.


