martes, 11 de noviembre de 2014

Cargando un venado



Cargando un venado


Recordaba que hace tiempo leí una historia sobre una pareja que vivía en el campo, y hoy leyendo una noticia la recordé.

La historia comienza con un hombre que se encuentra a la orilla de un camino casi a punto de soltar el llanto. Cuando lo ve su compadre decide acercase a él. El compadre le pregunta que por qué se encuentra en ese estado de ánimo tan deprimido, el hombre le dice que ya no aguanta más, que si regresa a su casa sería capaz de matar a su mujer, que ya se encuentra en las últimas de su desesperación; a lo que el compadre le pidió que le contara su problema para ver si lo podía ayudar a encontrar una solución y evitar que cometiera semejante atrocidad, así que el hombre le platicó.

Comienza con su historia diciéndole que ellos son una familia humilde, que él tiene que salir seguido a cazar un venado para que puedan tener comida en casa. Para poder conseguirlo, él tiene que ausentarse varios días, pasar por caminos peligrosos, cuidarse de los animales, soportar picaduras de los insectos en el camino, garrapatas que lo muerden, soportar sed, hambre y dormir en la noche con frío y solo. Cuando logra cazar al venado después de varios días, tiene que regresar cargándolo en peores condiciones que cuando parte de casa, pues ya está cansado, lastimado y con ganas de estar de regreso.

En cuanto vuelve a casa, su esposa no tarda mucho en comenzar a repartir, como siempre, cada pieza del animal, se lo da a su madre, a la vecina, al tío, etc. Y a él que tanto le costó llevar el venado a casa y ella sin más lo regalaba. 

Le dijo al compadre que eso ya no estaba para aguantarse, que no sabía qué hacer. El compadre, después de meditar un poco lo que el hombre le platicó, le dijo que, en lugar de querer matarla o hacerle daño, mejor la invitara a cazar un venado en su próxima salida, pero que no le advirtiera en las condiciones en las que irían, lo difícil del camino y los inconvenientes del viaje, y que la invitara platicándole de forma bonita el escenario del paseo. 

Le sugirió que le comentara que si lo acompañaba, podría ver las flores en el camino, ver como su rostro se reflejaría en el agua del rio, que podría disfrutar de la noche con el manto de las estrellas, etc. En fin, que le pintara el viaje bellísmo.

En efecto, la mujer no dudó en ponerse una falda larga  y partió con su marido a un viaje de caza. No tardó ni un día de viaje y la mujer ya estaba cansada. Tenía su falda desgarrada por las espinas en el camino, por lo que se le hizo corta; sus piernas lastimadas, con picaduras de los insectos, mordeduras de algunos animalito, etc. Y así pasaron los días hasta que por fin su marido logró cazar un venado, ella, por supuesto, no podía dar crédito de lo agotada y maltratada que ya estaba. Su marido le dijo que ahora, ya que regresaban, cargara al venado. 

Ella lo llevaría a casa. La mujer no podía creer lo que le estaba pidiendo el marido, pero por la mirada seria que le dio, cargó sin replicar al venado de regreso.

Llegando a casa, lo primero que hizo la esposa fue aventar al venado en la sala, tumbarse en una silla y descansar. De repente, entró su pequeño hijo para informarle que ya estaban esperando la tía, el vecino y la mamá de su amiguito para que les diera la parte del venado, que, como siempre, ella repartía.

No terminaba aún su hijo de decirle todo cuando lo calló y le dijo que les dijera a la tía, al vecino y a la mamá del amiguito que se fueran, que no les tocaría nada, que le costó mucho trabajo, tiempo y esfuerzo poder traer ese venado a su casa como para reglarlo así nada más, que ya no lo haría más.

Este viaje de caza que hizo con su marido, hizo que comprendiera, sufriendo en carne propia, lo que le costaba a su esposo llevar el alimento para su familia, y hasta entonces valoró el trabajo de su esposo, que cada que salía a cazar tenía que cargar su venado de vuelta.

Después de leer esta historia hemos de entender y valorar el trabajo de los demás.

Pero sólo sabremos valorarlo cuando por nuestro esfuerzo y trabajo hayamos adquirido lo que tenemos.

Valoremos a esos hombres y mujeres que diariamente cargan su propio venado.


¡Qué tengas bonito día!