Otoño: esa época del año en la que la naturaleza parece decirnos: "Bueno, ya trabajaste suficiente, ahora vamos a hacer que te pongas un suéter feo y pases más tiempo en casa". El otoño no es sólo la estación en la que las hojas deciden volver a sus colores originales (sí, como cuando tu amigo que nunca se broncea se convierte en un camarón humano después de un día de playa), sino también es la excusa perfecta para fingir que nos gusta el café con especias y usar bufandas que hacen que parezcamos personajes secundarios en películas de los años 90.
En otoño, la tierra se pone un poco dramática - las hojas caen como si fueran despidos masivos en una oficina de mala calidad; crujen bajo nuestros pies como si se quejaran en secreto de nuestro paso apresurado. Los árboles se despiden con ese tono melancólico que solo un filósofo triste podría admirar, aunque la mayoría de nosotros solo estamos pensando en la próxima temporada de nuestra serie favorita y en evadir el gimnasio.
Pero más allá de la comedia de ponerse ropa de más y descubrir que aún así hace frío (y eso que no es Invierno), el otoño es un recordatorio espectacular de la impermanencia. Las hojas no se aferran a las ramas porque saben que su ciclo ya terminó. Se sueltan, bailan un último vals con el viento, y desaparecen. Así, como cuando uno finalmente suelta la resistencia a que el mundo cambie, y en vez de aferrarse al pasado, decide vivir el presente con gracia — aunque sea con un café saborizado (¡ugh!) en mano y un suéter que no combina.
Entonces, si el otoño nos enseña algo, es que está bien soltar lo que ya no sirve,que también en la caída hay belleza y que hasta lo más simple —como una hoja que gira en el aire— puede ser una obra maestra de la naturaleza. De modo que, abrácese a lo absurdo, disfrute el espectáculo cromático y recuerde: la felicidad, como las hojas en otoño, también tiene su momento para brillar y luego entregarse a la magia del cambio.
Y no hay de que preocuparse, nosotros también podemos encontrar luz y humor en las estaciones de la vida, porque eso, mis amigos, es lo que hace que este descenso estacional valga la pena.Así que, bienvenido otoño, no eres solo una estación más, eres el recordatorio vestido de hojas caídas de que hasta el fin tiene su encanto.

