
en rojo. Como siempre, mis hijos y yo íbamos platicando las cosas que pasaron en nuestro día, cuando, de repente, un hombre se acercó a mi ventana y con una botella de agua tocó mi ventanilla llamando mi atención. En ese momento supe que era un vendedor.
Yo siempre me he considerado una persona paciente, no grosera con los vendedores ambulantes, pero hoy, sin darme cuenta, carecí de esa paciencia increíblemente. Yo misma me quedé atónita, al igual que mis hijos, este hombre insistía en que le abriera mi ventanilla mientras yo insistentemente con la cabeza le decía que no. Pero él no dejaba de insistir, cuando sin pensarlo más, abrí mi ventanilla y de forma grosera le dije que no quería comprar agua, que dejara de molestar, mi frase acompañada de una palabra altisonante. El hombre sólo se retiró con la cabeza agachada y triste.
En ese momento no pensé que tuviese algún problema mental, pero al voltear mi mirada hacia él y ver su caminar, su reacción, la tristeza marcada en su rostro, y después ver que un acompañante le daba una palmada en la espalda devolviéndole la sonrisa y el ánimo de seguir intentando vender sus botellas de agua, me di cuenta de que el hombre tenía algo especial y que yo no había sido nada cordial y paciente con él.
Obvio, él ni siquiera volteó a verme, sólo se sintió muy triste porque ni siquiera le regalé una sonrisa. Todo pasó en cuestión de dos minutos, lo que dura un semáforo. Voltee a ver a mis hijos y vi sus rostros diciéndome: ¿qué te pasó? ¿porqué lo trataste así? Ellos se extrañaron, nunca habían visto una actitud tal de su madre hacia otra persona.
Inmediatamente mi conciencia me hizo darme cuenta que perdí los estribos, quizá por el estrés que he tenido por el trabajo, quizá por el hambre que tenía en ese momento, quizá por muchas cosas. Lo que sé es que nada justificó mi actitud y todo el día traje lo sucedido en mi mente, pensando en cómo puedo reparar lo hecho. Pero la realidad es que no puedo repararlo, pues el daño y tristeza provocada a esa persona ya se hizo.
Hoy he recibido una lección muy importante. Me he sentido tan mal. Me doy cuenta que esa persona me ha enseñado que, a pesar de los malos momentos que nos hacen pasar otras personas, nosotros no debemos perder la sonrisa de nuestro rostro, pues ésta es uno de los alimentos a nuestro ser que nos mantiene positivos día con día.
Dos cosas me ha dejado este día, la primera y quizá a más importante es la forma en que me vieron mis hijos que sé no deberá suceder de nuevo, pues ellos aprenden de mí, y la otra, es que cada día, a pesar de lo estresada que esté, no debo descargar actitudes negativas a los demás.
En ese momento no pensé que tuviese algún problema mental, pero al voltear mi mirada hacia él y ver su caminar, su reacción, la tristeza marcada en su rostro, y después ver que un acompañante le daba una palmada en la espalda devolviéndole la sonrisa y el ánimo de seguir intentando vender sus botellas de agua, me di cuenta de que el hombre tenía algo especial y que yo no había sido nada cordial y paciente con él.
Obvio, él ni siquiera volteó a verme, sólo se sintió muy triste porque ni siquiera le regalé una sonrisa. Todo pasó en cuestión de dos minutos, lo que dura un semáforo. Voltee a ver a mis hijos y vi sus rostros diciéndome: ¿qué te pasó? ¿porqué lo trataste así? Ellos se extrañaron, nunca habían visto una actitud tal de su madre hacia otra persona.
Inmediatamente mi conciencia me hizo darme cuenta que perdí los estribos, quizá por el estrés que he tenido por el trabajo, quizá por el hambre que tenía en ese momento, quizá por muchas cosas. Lo que sé es que nada justificó mi actitud y todo el día traje lo sucedido en mi mente, pensando en cómo puedo reparar lo hecho. Pero la realidad es que no puedo repararlo, pues el daño y tristeza provocada a esa persona ya se hizo.
Hoy he recibido una lección muy importante. Me he sentido tan mal. Me doy cuenta que esa persona me ha enseñado que, a pesar de los malos momentos que nos hacen pasar otras personas, nosotros no debemos perder la sonrisa de nuestro rostro, pues ésta es uno de los alimentos a nuestro ser que nos mantiene positivos día con día.
Dos cosas me ha dejado este día, la primera y quizá a más importante es la forma en que me vieron mis hijos que sé no deberá suceder de nuevo, pues ellos aprenden de mí, y la otra, es que cada día, a pesar de lo estresada que esté, no debo descargar actitudes negativas a los demás.
¡Saludos!