¿Realmente qué necesitas para ser feliz?
¿What do you need to be happy?
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Hace algunos años, unas amigas y yo nos dimos a la tarea de
acudir a una comunidad cerca de la ciudad de Guadalajara para conocer las
necesidades más apremiantes de ahí.
Todas éramos trabajadoras sociales y ya sabrán, en cada rincón
nos asomábamos observando los detalles de cada familia. Fue muy conmovedor
cuando dos de nosotras llegamos a una casa que se nos hizo muy peculiar; era
una construcción no común, esa casa era muy pequeña. Al tocar la puerta, salió
una mujer sentada en una tabla con ruedas, enseguida se acercó un hombre de
estatura pequeña. Al presentarnos con ellos inmediatamente nos invitaron a
pasar a su casa, nos dijeron que nadie tocaba a su puerta porque en esa
comunidad los rechazaban.
Aceptamos su invitación y pasamos a su casa. Generalmente
las casas de un piso miden cerca de los 2.40 metros de altura en su interior,
ésta habrá medido aproximadamente 1.50 metros, era realmente pequeña, tanto que tuvimos que agacharnos para entrar. Nos
sentamos en unos cojines que estaban en el suelo, la casa tenía sólo piso de
cemento, casi no tenían muebles; recuerdo una
mesa, una pequeña estufa, un refrigerador pequeño dos camas.
El señor nos contó que su esposa lo había dejado cuando a su hija le dio poliomielitis de niña y no
quiso cuidarla. Al momento de nuestra visita, la hija tenía ya 30 años y desde
niña el padre se hizo cargo de ella, no la abandonó en ningún momento. Con esfuerzo,
dedicación y como pudo construyó la casita para los dos y le hizo su transporte
para que ya no tuviera que arrastrarse cuando quisiera ir de un lugar a otro.
Les preguntamos que cuál era la necesidad que tenían más
apremiante en ese momento, aún cuando con nuestro criterio y forma de ver la
vida sabíamos que prácticamente en todos
los aspectos de su vida tendrían necesidades. La sorpresa fue su respuesta, nos
dijeron: “no necesitamos nada, somos felices: tenemos un techo, ropa qué
ponernos y un plato caliente a diario, pero sobre todo, nos tenemos el uno al
otro”. La hija agregó: “cuando mi padre enferma
yo lo cuido y cuando yo enfermo él me cuida”. “¿Qué podemos necesitar
que ustedes nos puedan dar?”, preguntó el padre.
Lo único que se me ocurrió fue decirles que si una silla de
ruedas serviría de algo, se la donaríamos, y como era de esperarse, me dijeron
que no me molestara, que no hacía falta, pero que si tenía una por ahí usada
que nadie quisiera la aceptaría para su hija, para que se cansara menos.
Para entonces yo pertenecía a un club en donde la misión
principal era ayudar a personas en extrema necesidad. Llevé el caso a la junta
que tocaba esa semana, todos se conmovieron con el caso y decidimos realizar una actividad económica
para comprarle a la hija una silla de ruedas, con la que pudiera moverse digna
y cómodamente. Preparamos todo para realizar una fiesta entre amigos: pasamos
la voz, cooperamos por la causa, y fue tal el éxito que en menos de un mes habíamos
comprado ya la silla de ruedas y pudimos comprar una buena despensa de
productos básicos, mismas que de inmediato fueron entregadas.
Cuando recibieron la silla de ruedas y la despensa
agradecieron la donación que habíamos hecho, a la hija le ayudamos a sentarse
en ella y nos dijo: “Gracias, sólo mi padre había hecho algo por mí, hasta hoy
que ustedes me regalan esta silla.
Con sinceridad, después de de haber estado con ellos y haber
platicado, quedé impactada al saber su historia, y no sólo eso, me sorprendió
que a pesar de sus carencias eran felices, ¡caray!, no cabe duda que la
felicidad es un estado de ánimo que depende de cómo veamos la vida. Creemos
necesitar cosas banales y en realidad lo que necesitamos suele estar frente a
nosotros. Al ver este caso aprendí que los valores que tenemos algunas veces
están distorsionados; nos ha llevado a no ver lo importante de la vida, el amor
al prójimo, “vivir para estar bien, no
estar bien para vivir”, y lo que quiero decir con “estar bien” es a tener “cosas” que en realidad no
necesitamos.
¡Saludos!
