jueves, 30 de octubre de 2014

¿Realmente qué necesitas para ser feliz?

¿Realmente qué necesitas para ser feliz?

¿What do you need to be happy?
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Hace algunos años,  unas amigas y yo nos dimos a la tarea de acudir a una comunidad cerca de la ciudad de Guadalajara para conocer las necesidades más apremiantes de ahí.

Todas éramos trabajadoras sociales y ya sabrán, en cada rincón nos asomábamos observando los detalles de cada familia. Fue muy conmovedor cuando dos de nosotras llegamos a una casa que se nos hizo muy peculiar; era una construcción no común, esa casa era muy pequeña. Al tocar la puerta, salió una mujer sentada en una tabla con ruedas, enseguida se acercó un hombre de estatura pequeña. Al presentarnos con ellos inmediatamente nos invitaron a pasar a su casa, nos dijeron que nadie tocaba a su puerta porque en esa comunidad los rechazaban.

Aceptamos su invitación y pasamos a su casa. Generalmente las casas de un piso miden cerca de los 2.40 metros de altura en su interior, ésta habrá medido aproximadamente 1.50 metros, era realmente pequeña,  tanto que tuvimos que agacharnos para entrar. Nos sentamos en unos cojines que estaban en el suelo, la casa tenía sólo piso de cemento, casi no tenían muebles; recuerdo una  mesa, una pequeña estufa, un refrigerador pequeño  dos camas.

El señor nos contó que su esposa lo había dejado cuando  a su hija le dio poliomielitis de niña y no quiso cuidarla. Al momento de nuestra visita, la hija tenía ya 30 años y desde niña el padre se hizo cargo de ella, no la abandonó en ningún momento. Con esfuerzo, dedicación y como pudo construyó la casita para los dos y le hizo su transporte para que ya no tuviera que arrastrarse cuando quisiera  ir de un lugar a otro.

Les preguntamos que cuál era la necesidad que tenían más apremiante en ese momento, aún cuando con nuestro criterio y forma de ver la vida sabíamos  que prácticamente en todos los aspectos de su vida tendrían necesidades. La sorpresa fue su respuesta, nos dijeron: “no necesitamos nada, somos felices: tenemos un techo, ropa qué ponernos y un plato caliente a diario, pero sobre todo, nos tenemos el uno al otro”. La hija agregó: “cuando mi padre enferma  yo lo cuido y cuando yo enfermo él me cuida”. “¿Qué podemos necesitar que ustedes nos puedan dar?”, preguntó el padre.

Lo único que se me ocurrió fue decirles que si una silla de ruedas serviría de algo, se la donaríamos, y como era de esperarse, me dijeron que no me molestara, que no hacía falta, pero que si tenía una por ahí usada que nadie quisiera la aceptaría para su hija, para que se cansara menos.

Para entonces yo pertenecía a un club en donde la misión principal era ayudar a personas en extrema necesidad. Llevé el caso a la junta que tocaba esa semana, todos se conmovieron con el caso  y decidimos realizar una actividad económica para comprarle a la hija una silla de ruedas, con la que pudiera moverse digna y cómodamente. Preparamos todo para realizar una fiesta entre amigos: pasamos la voz, cooperamos por la causa, y fue tal el éxito que en menos de un mes habíamos comprado ya la silla de ruedas y pudimos comprar una buena despensa de productos básicos, mismas que de inmediato fueron entregadas.

Cuando recibieron la silla de ruedas y la despensa agradecieron la donación que habíamos hecho, a la hija le ayudamos a sentarse en ella y nos dijo: “Gracias, sólo mi padre había hecho algo por mí, hasta hoy que ustedes me regalan esta silla.

Con sinceridad, después de de haber estado con ellos y haber platicado, quedé impactada al saber su historia, y no sólo eso, me sorprendió que a pesar de sus carencias eran felices, ¡caray!, no cabe duda que la felicidad es un estado de ánimo que depende de cómo veamos la vida. Creemos necesitar cosas banales y en realidad lo que necesitamos suele estar frente a nosotros. Al ver este caso aprendí que los valores que tenemos algunas veces están distorsionados; nos ha llevado a no ver lo importante de la vida, el amor al prójimo,  “vivir para estar bien, no estar bien para vivir”, y lo que quiero decir con “estar bien”  es a tener “cosas” que en realidad no necesitamos.



¡Saludos!