Como te ves me ví, como me ves te verás
De entre los muchos problemas sociales que existen en nuestra sociedad hay uno al cual se le toma poco interés: los ancianos.
Sí, esos ancianos que ahora pueden caminar con dificultad, a los cuales muchas veces como hijos les tenemos poca paciencia. Todos ellos de una
u otra forma nos entregaron su tiempo y nos dejaron algo, ahora están
prácticamente en el olvido.
No hablaré de esos adultos mayores que tienen la fortuna de estar con su familia, que son cuidados y, quizá que aún con poca paciencia de la familia, tienen cariño y el calor de un hogar.
Hablo de esas personas que están solas, que cuentan sólo con la mano de alguien que se compadece de ellos, que son abandonados en la calle, en un asilo, inclusive en su propia casa.

Esos adultos mayores carecen de amor, cuidado, conversación, ya no digamos un abrazo, un beso o una palabra de aliento.
Muchos de nosotros, por nuestra profesión, hemos visitado más
de una vez un asilo de ancianos y hemos observado las carencias que tienen; mis
colegas trabajadores sociales no me dejarán mentir, son muchas.
A la mayoría de las personas se nos olvida que existen, que están ahí en algún lugar esperando a que alguien vaya a darles un rato de su tiempo, a apoyarlos en sus necesidades, a escucharlos.
Quizá no has tenido la oportunidad de visitar un asilo, pero
te invito a que lo hagas y te des cuenta de que ahí puedes dar mucho con poco,
sólo tu tiempo y un algo de esfuerzo.

Date la vuelta a uno de esos asilos, junta a tus amigos, toma del ropero de tus hijos y del tuyo la ropa que ya no te pongas que esté en buen estado, cosas que no nos quedan o quizá no sea del todo nuestro agrado y ponlas en una caja; revisen su despensa y cada uno de ustedes agreguen a esa caja productos básicos no perecederos; revisa tu botiquín de medicinas y te darás cuenta que muchos medicamentos ya no los ocupas o que están por vencer, y agrégalos a esa caja; acude con tus vecinos y pídeles que te apoyen donando un producto de la canasta básica y también agrégalo e incluso invítalos a ir contigo.
El día que tus amigos y tu dispongan, en lugar de irse a
tomar el café o ir al desayuno, acudan al asilo. Lleven todo lo que juntaron,
nada de lo que donen, te aseguro, se tirará.
Todo se aprovecha porque ellos
viven de lo que nosotros como sociedad les donamos.
No se les olvide a ti y a tus amigos llevar juegos como la lotería, un pequeño repertorio de canciones; si alguno toca la guitarra o algún otro instrumento musical, que lo lleve. El caso es que un día al mes puedan dar a esas personas tiempo, escucharlos, cantarles, llevar un pastel simplemente porque están ahí. Hay tantos pretextos que se pueden tener simplemente por el hecho de estar un rato con ellos.
Es muy importante que antes de hacer esa visita social acudas o llames al asilo para que informar que van a ir, y para que tú sepas los horarios en los que ellos comen o en los que tengan alguna actividad.
No te arrepentirás de hacerlo, verás que no tiene precio
ver las caras sonrientes, escuchar sus pláticas, sus anécdotas, etc.
En verdad que ser voluntario con la gente que realmente nos necesita te
deja una sonrisa por el resto del día.
Te aseguro que después te quedarás con una gran satisfacción
de haber dado un poco a personas que no tienen nada.
¡Saludos!