viernes, 31 de octubre de 2014

Si tenemos suerte, llegaremos a ella

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Como te ves me ví, como me ves te verás

De entre los muchos problemas sociales que existen en nuestra sociedad hay uno al cual se le toma poco interés: los ancianos.



Sí, esos ancianos que ahora pueden caminar con dificultad, a los cuales muchas veces como hijos les tenemos poca paciencia. Todos ellos de una u otra forma nos entregaron su tiempo y nos dejaron algo, ahora están prácticamente en el olvido.







No hablaré de esos adultos mayores que tienen la fortuna de estar con su familia, que son cuidados y, quizá que aún con poca paciencia de la familia, tienen cariño y el calor de un hogar. 






Hablo de esas personas que están solas, que cuentan sólo con la mano de alguien que se compadece de ellos, que son abandonados en la calle, en un asilo, inclusive en su propia casa.



Esos adultos mayores carecen de amor, cuidado, conversación, ya no digamos un abrazo, un beso o una palabra de aliento.



Muchos de nosotros, por nuestra profesión, hemos visitado más de una vez un asilo de ancianos y hemos observado las carencias que tienen; mis colegas trabajadores sociales no me dejarán mentir, son muchas.


A la mayoría de las personas se nos olvida que existen, que están ahí en algún lugar esperando a que alguien vaya a darles un rato de su tiempo, a apoyarlos en sus necesidades, a escucharlos.

Quizá no has tenido la oportunidad de visitar un asilo, pero te invito a que lo hagas y te des cuenta de que ahí puedes dar mucho con poco, sólo tu tiempo y un algo de esfuerzo.


Date la vuelta a uno de esos asilos, junta a tus amigos, toma del ropero de tus hijos y del tuyo la ropa que ya no te pongas que esté en buen estado, cosas que no nos quedan o quizá no sea del todo nuestro agrado y ponlas en una caja; revisen su despensa y cada uno de ustedes agreguen a esa caja productos básicos no perecederos; revisa tu botiquín de medicinas y te darás cuenta que muchos medicamentos ya no los ocupas o que están por vencer, y agrégalos a esa caja; acude con tus vecinos y pídeles que te apoyen donando un producto de la canasta básica y también agrégalo e incluso invítalos a ir contigo.

El día que tus amigos y tu dispongan, en lugar de irse a tomar el café o ir al desayuno, acudan al asilo. Lleven todo lo que juntaron, nada de lo que donen, te aseguro, se tirará. 

Todo se aprovecha porque ellos viven de lo que nosotros como sociedad les donamos.

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No se les olvide a ti y a tus amigos llevar juegos como la lotería, un pequeño repertorio de canciones; si alguno toca la guitarra o algún otro instrumento musical, que lo lleve. El caso es que un día al mes puedan dar a esas personas tiempo, escucharlos, cantarles, llevar un pastel simplemente porque están ahí. Hay tantos pretextos que se pueden  tener simplemente por el hecho de estar un rato con ellos.



Es muy importante que antes de hacer esa visita social acudas o llames al asilo para que informar que van a ir, y para que tú sepas los horarios en los que ellos comen o en los que tengan  alguna actividad.




Hombre sonriente 2
No te arrepentirás de hacerlo, verás que no tiene precio ver las caras sonrientes, escuchar sus pláticas, sus anécdotas, etc.

En verdad que ser voluntario  con la gente que realmente nos necesita te deja una sonrisa por el resto del día.

Te aseguro que después te quedarás con una gran satisfacción de haber dado un poco a personas que no tienen nada.


¡Saludos!

jueves, 30 de octubre de 2014

¿Realmente qué necesitas para ser feliz?

¿Realmente qué necesitas para ser feliz?

¿What do you need to be happy?
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Hace algunos años,  unas amigas y yo nos dimos a la tarea de acudir a una comunidad cerca de la ciudad de Guadalajara para conocer las necesidades más apremiantes de ahí.

Todas éramos trabajadoras sociales y ya sabrán, en cada rincón nos asomábamos observando los detalles de cada familia. Fue muy conmovedor cuando dos de nosotras llegamos a una casa que se nos hizo muy peculiar; era una construcción no común, esa casa era muy pequeña. Al tocar la puerta, salió una mujer sentada en una tabla con ruedas, enseguida se acercó un hombre de estatura pequeña. Al presentarnos con ellos inmediatamente nos invitaron a pasar a su casa, nos dijeron que nadie tocaba a su puerta porque en esa comunidad los rechazaban.

Aceptamos su invitación y pasamos a su casa. Generalmente las casas de un piso miden cerca de los 2.40 metros de altura en su interior, ésta habrá medido aproximadamente 1.50 metros, era realmente pequeña,  tanto que tuvimos que agacharnos para entrar. Nos sentamos en unos cojines que estaban en el suelo, la casa tenía sólo piso de cemento, casi no tenían muebles; recuerdo una  mesa, una pequeña estufa, un refrigerador pequeño  dos camas.

El señor nos contó que su esposa lo había dejado cuando  a su hija le dio poliomielitis de niña y no quiso cuidarla. Al momento de nuestra visita, la hija tenía ya 30 años y desde niña el padre se hizo cargo de ella, no la abandonó en ningún momento. Con esfuerzo, dedicación y como pudo construyó la casita para los dos y le hizo su transporte para que ya no tuviera que arrastrarse cuando quisiera  ir de un lugar a otro.

Les preguntamos que cuál era la necesidad que tenían más apremiante en ese momento, aún cuando con nuestro criterio y forma de ver la vida sabíamos  que prácticamente en todos los aspectos de su vida tendrían necesidades. La sorpresa fue su respuesta, nos dijeron: “no necesitamos nada, somos felices: tenemos un techo, ropa qué ponernos y un plato caliente a diario, pero sobre todo, nos tenemos el uno al otro”. La hija agregó: “cuando mi padre enferma  yo lo cuido y cuando yo enfermo él me cuida”. “¿Qué podemos necesitar que ustedes nos puedan dar?”, preguntó el padre.

Lo único que se me ocurrió fue decirles que si una silla de ruedas serviría de algo, se la donaríamos, y como era de esperarse, me dijeron que no me molestara, que no hacía falta, pero que si tenía una por ahí usada que nadie quisiera la aceptaría para su hija, para que se cansara menos.

Para entonces yo pertenecía a un club en donde la misión principal era ayudar a personas en extrema necesidad. Llevé el caso a la junta que tocaba esa semana, todos se conmovieron con el caso  y decidimos realizar una actividad económica para comprarle a la hija una silla de ruedas, con la que pudiera moverse digna y cómodamente. Preparamos todo para realizar una fiesta entre amigos: pasamos la voz, cooperamos por la causa, y fue tal el éxito que en menos de un mes habíamos comprado ya la silla de ruedas y pudimos comprar una buena despensa de productos básicos, mismas que de inmediato fueron entregadas.

Cuando recibieron la silla de ruedas y la despensa agradecieron la donación que habíamos hecho, a la hija le ayudamos a sentarse en ella y nos dijo: “Gracias, sólo mi padre había hecho algo por mí, hasta hoy que ustedes me regalan esta silla.

Con sinceridad, después de de haber estado con ellos y haber platicado, quedé impactada al saber su historia, y no sólo eso, me sorprendió que a pesar de sus carencias eran felices, ¡caray!, no cabe duda que la felicidad es un estado de ánimo que depende de cómo veamos la vida. Creemos necesitar cosas banales y en realidad lo que necesitamos suele estar frente a nosotros. Al ver este caso aprendí que los valores que tenemos algunas veces están distorsionados; nos ha llevado a no ver lo importante de la vida, el amor al prójimo,  “vivir para estar bien, no estar bien para vivir”, y lo que quiero decir con “estar bien”  es a tener “cosas” que en realidad no necesitamos.



¡Saludos!




miércoles, 29 de octubre de 2014

El sentido del humor (Sense of humor)

El sentido del humor
Sense of humor
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¿Te has fijado que las personas cuando ríen mucho,  en sus ojos se ve un brillo y su cara tiene gestos de felicidad y armonía?

La realidad es que el sentido del humor es un ingrediente básico en nuestro día a día, es el toque que le da esos momentos de felicidad  a nuestra vida.

Cuando reímos por cosas graciosas, simples, que todos los días nos pasan,  simplemente por reír, nos da alegría en nuestro corazón y la verdad es que en la mayoría de los casos contagiamos a otras  personas.

Esa sonrisa que tenemos a diario nos ayuda a minimizar la tensión, las preocupaciones, las cosas que nos hacen estar serios a cada momento.

¿Te imaginas que aparte de estar tensionados y preocupados   todos los días también nos faltara el sentido del humor? Es claro que la amargura viviría con nosotros a diario y en definitivo no seríamos felices.


En resumen, creo que si todos los días expresamos con risa los momentos simpáticos que nos acontecen, nos servirá de terapia, liberaremos tensión, nos relajará, no nos costará nada, no le haremos daño a nadie y sí podemos contagiar a los que se encuentren cerca de nosotros.

 Te propongo que de hoy en adelante tengamos más sentido del humor, verás que la vida se nos llenará de tantos momentos felices que las preocupaciones en su mayoría pasarán casi desapercibidas,  además estoy segura que siempre serás buena compañía de quien estés cerca.







¡Saludos!

martes, 28 de octubre de 2014

¡Susto que me llevé!

¡Susto que me llevé!

¡What scare!
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Cuando tengo que hacer un estudio socioeconómico, siempre preparo un día antes mis documentos y el croquis de cómo llegar a la casa a visitar. Rara vez me llevo sorpresas, pero recuerdo ese día, me llevé un gran susto y por supuesto aprendí de ello.

Pasó en los primeros años de ejercer mi labor de trabajadora social en la realización de estudios socioeconómicos; todo estaba bien, llegué a tiempo a la colonia del candidato, pero llegó un punto en el que mi vehículo ya no podía seguir. ¡La calle parecía río empedrado! No sabía qué hacer, el candidato no tenía teléfono en casa, todo fue por medio del celular. Llamé y no respondió a mi llamada. No pensé más que en llegar a su domicilio, sólo tendría que dejar mi camioneta estacionada y bajar esa calle “empedrada”, realizar la entrevista y ¡listo! Regresar a mi centro de trabajo.

Después de caminar con mucho cuidado y de bajada esa calle, pues llevaba zapatillas (en ese tiempo no había “google maps”, para advertirme el estado tan mal, en el que se encontraba la calle de mi destino), como pude llegué a la casa del candidato.

La entrevista se llevó a cabo muy bien, sin contratiempos. A mitad de la misma, la madre del investigado extrañada me preguntó: “¿vino en carro o en transporte público?”, a lo que le respondí que había llegado en mi carro, después me preguntó que ¿dónde lo había dejado? Y le respondí que calle arriba, debido a que no había podido bajar en él.  Con cara sorprendida y preocupante la señora me dijo las palabras que verdaderamente me asustaron: “Licenciada, ojalá que encuentre su camioneta todavía y, cuando se vaya, fíjese muy bien, no vaya a haber algún malandro y le saque un susto”. 
En ese momento creo que el color se fue de mi rostro, me asusté tanto que la entrevista la terminé fugazmente y pedí al candidato que me acompañara, pues yo no quería salir ya sola de esa casa.

En mi caminata de regreso, acompañada de candidato, sólo pensaba en qué iba a hacer si mi camioneta ya no estaba, si salía un delincuente. Estaba arrepentida de haber acudido a esa entrevista, en ese momento sólo me repetía una y otra vez que “ya no volvería a dedicarme a las visitas domiciliarias”. Estaba tan asustada que lo único que quería hacer era salir inmediatamente de ese lugar.

Cuando subimos la calle, ¡estaba mi carro!, sólo solté un suspiro de alegría, pero el candidato sí que conocía su colonia, pues se puso a revisar cada parte de mi carro, me dijo que a veces ponían drogas en la parte baja de los vehículos o que ponchaban las llantas para que no pudieran salir las personas y asaltarlas en ese momento; en fin, un sin número de cosas que me dijo que ya ni siquiera me despedí de mano del candidato, sólo me subí a mi carro y me fui, quería salir de esa colonia inmediatamente.

Asustada llegué a mi centro de trabajo y comenté a mis colegas lo sucedido, se quedaron atónitas con todo. Pasó un rato, yo ya estaba mas tranquila y decidimos tener una junta urgente para tratar el tema y tomar medidas de seguridad.

Es cierto que muchos candidatos viven en zonas muy vulnerables a todo, donde hay mucha inseguridad, y nosotros debíamos valorar los riesgos que existieran, llegamos a la siguiente conclusión, consejo que te doy:

Antes de que acudas a la entrevista pregunta entre tus conocidos, inclusive al candidato, cómo es el camino a su domicilio y su colonia, con todos los detalles posibles. Si es muy riesgoso llegar al domicilio solo, es mejor que la entrevista la lleves a cabo en tu centro de trabajo o en algún punto neutral, y posterior a ella acudas con el candidato a su domicilio, hagas las verificaciones correspondientes de un estudio socioeconómico y así los riesgos que por naturaleza existen en este trabajo se pueden disminuir.


Recuerda, la integridad de uno es primordial en cualquier circunstancia.

Créanme, me impactó tanto esa experiencia que ahora reviso cada detalle antes de llegar a una entrevista socioeconómica.



¡Saludos!








lunes, 27 de octubre de 2014

¿Profesión por el destino?



¿Profesión por el destino?

¿Profession by fate? 
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Hola, estaba leyendo un artículo sobre cómo disfrutar la profesión que elegimos y recordé que cuando estaba joven mi mayor ilusión era ser abogada, siempre me soñé con estar defendiendo a las personas que injustamente eran tratadas.

Desde chica me desenvolví en ambientes en donde el objetivo principal era ayudar a los demás. Recuerdo que antes de elegir la profesión que ahora ejerzo (Lic. Trabajo Social) recorrí un par de carreras más porque que en la ciudad donde vivía no existía la licenciatura en derecho

y mis padres no permitieron que dejara de estudiar. Las carreras a las que entré no tenían nada que ver con ser abogado ni ayudar a la gente, pero algo tenía que hacer.

Por fin hubo un cambio de ciudad, pues a mi padre lo movían constantemente, y adonde nos fuimos mi familia y yo, la universidad de ahí sí contaba con la carrera que tanto anhelaba: Lic. en Derecho. No sé si fue la suerte o que llegaba de otro estado o que había pasado año y medio desde que salí de la preparatoria o que hacer la mudanza no me permitió estudiar lo suficiente, etc., tampoco quiero pensar ya en cuál fue el motivo, lo que sí, es que no quedé en la universidad. Así que mis padres me pusieron a trabajar. Pasó un año y yo ya estaba resignada a no seguir estudiando; me dedicaría a trabajar.

Un día mis padres me invitaron a acompañar a mi hermana menor a Guadalajara, ya que ella ingresaría en aquella bella ciudad a la universidad, y acepté. Total, pensé, un paseo no me hace mal. Acompañé a mi madre y a mi hermana y mientras esperaba a que ellas entraran a una entrevista vi un letrero que decía “información” arriba de un kiosco con trípticos de todas las carreras ofrecidas. Comencé a revisarlas, claro fue que el primer tríptico que tomé fue el de la carrera de derecho, sólo pensaba en lo bonito que hubiera sido haber estudiado esa carrera pero, como ya me había decidido a trabajar, no pensaba siquiera en intentar entrar a esa universidad. Recuerdo que dejé el tríptico y tomé al azar otro, el cual comencé a leer; y no me van a creer, pero cada palabra que estaba escrita sobre el perfil de un profesionista en trabajo social era la descripción de mí. Me acaparó tanto lo que decía que continué leyendo sobre el campo de acción de un trabajador social. En ese momento lo único que pensé fue que había encontrado lo que realmente quería ser: Licenciada en Trabajo Social, ya ni siquiera pasó por mi mente la carrera de derecho, sólo me acerqué a mi madre en cuanto salió de la entrevista y le solicité la oportunidad de  entrar a esa carrera.


Cuando le mencioné mi interés de regresar a la escuela sólo vi sus ojos brillantes; estaba gustosa de saberlo, inmediatamente hizo todos los trámites para que yo ingresara a esa universidad. Yo pensé en lo previsora que era mi madre al llevar mis documentos, ¡así era ella!, hasta que me percaté que realmente no fui a dar un paseo: mis padres lo habían hecho a propósito pues su intención era que me interesara de nuevo en el estudio. Estoy segura que fui porque en esa escuela encontraría el complemento a mi estilo de vida.
Debo decir que a pesar de que la abogacía es una carrera que me encanta, el trabajo social me apasiona; soy feliz ayudando a la gente y de una u otra forma lo he hecho siempre.

Ahora puedo decir que el tiempo ha sido siempre mi mejor consejero y que por algo las cosas así se dieron. Tuvieron que pasar tres años para que pudiera conocer la profesión que me ha complementado hasta hoy.

Sé que no soy perfecta, pero soy una orgullosa trabajadora social.


¡Saludos!

domingo, 26 de octubre de 2014

¡ Ya es tiempo de volver a vivir !


Ya es tiempo de volver a vivir

It´s time to live again

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No hace mucho tiempo que la vida me enseñó, que el tiempo es mi mejor consejero, sé que muchas veces he tomado malas decisiones, pero algunas fueron buenas, he lastimado a personas que me amaron, pero también he dejado huella en personas que he amado, reí muchas veces y en otras lloré, gocé cada una de las cosas que hice, de las cuales nunca me he arrepentido, ellas me han dado muchas anécdotas que contar y he aprendido de ellas.
Hoy sin embargo, he decidido volver a vivir con la fuerza que antes, con la madurez que haya alcanzado hasta hoy, no sé que me depare el futuro, pero si sé que hoy quiero vivir intensamente, reír cuanto pueda, gozar cuanto pueda, querer cuanto pueda, porque mañana no sé si estaré.


¡Saludos!

sábado, 25 de octubre de 2014

Como le afecta a un entrevistado su personalidad


Como le afecta a un entrevistado su personalidad. 

Hace un par de semanas, me tocó realizar una entrevista a una chica que había solicitado el puesto de vendedora a una empresa de productos lácteos y, como siempre, llegué en tiempo y forma a nuestra cita. Cada que voy a entrevistar a algún candidato llevo en mi mente el tipo de persona con la que me podría topar, de acuerdo al perfil que deba cumplir para el empleo que esté solicitando. Esta visita domiciliaria no fue la excepción.

Por lo regular un vendedor es de carácter firme y muchas veces fuerte, así que me imaginé a una mujer  con características similares.

Desde que la persona me abrió la puerta de su domicilio la impresión que me causó fue todo lo contrario: su saludo fue en voz baja y su actitud corporal me dio la impresión de que era una persona insegura, en fin, continué con mi cita.

Toda la entrevista desde su inicio hasta el final, la actitud verbal y corporal de la entrevistada fue la misma, así que cuando la entrevista llegó al clímax, quise saber más sobre su personalidad y me adentré a más preguntas, pues aunque nosotros no emitimos juicios, no quería equivocarme al momento de dar mi opinión a la empresa.

Ella mencionó tener variados estados de ánimo de manera recurrente, a veces amanecía sintiéndose la mejor y más bonita mujer del mundo y en ocasiones la más fea y mala del mundo. Fue así, durante la charla, que me percaté que ella no estaba bien
emocionalmente. Comentó que el día que se entrevistó con el departamento de personal de la empresa contratante ella se sentía positiva y segura de sí misma. Mencionó que desde pequeña su madre le decía cosas negativas de su persona y que cuando su madre la abandonó la dieron al cuidado de una familia muy amorosa, quienes siempre le decían cosas positivas. Pesaba tanto la educación que le dio su madre que a cada momento ella se auto-reprobaba, pues creía que no tenía valor como ser humano y se lo creía, siempre estaba confundida.

Desafortunadamente ella ya traía un problema arrastrando desde niña,  que no había atendido y eso le provocaba inseguridad constante.

La experiencia que tuve con la candidata me enseñó lo importante que es que nos valoremos. Día a día debemos ver lo positivo que tenemos, lo que veamos negativo hagámoslo a un lado cambiándolo por actitudes que nos levanten el ánimo. La auto-reprobación sólo nos lleva a deprimirnos y a sentir que no valemos como seres humanos.

Nosotros como trabajadores sociales no emitimos un juicio precisamente, pero sí damos nuestra opinión con respecto al candidato, y estaba claro que para el perfil de un vendedor ella no lo cumplía.



¡Saludos!

jueves, 23 de octubre de 2014

El estrés ocasiona reacciones inesperadas


El estrés ocasiona reacciones inesperadas

Hoy de regreso a casa, después de haber realizado una visita domiciliaria para un estudio, la cual fue estresante ya que el candidato no tenía sus documentos preparados, había mucho movimiento en su casa por lo que la cita tomó más tiempo de lo esperado. Debido a esto, llegué tarde a otras entrevistas y pasé tarde por mis hijos a la escuela

Durante el camino pasó algo inesperado con un vendedor ambulante durante un semáforo
en rojo. Como siempre, mis hijos y yo íbamos platicando las cosas que pasaron en nuestro día, cuando, de repente, un hombre se acercó a mi ventana y con una botella de agua tocó mi ventanilla llamando mi atención. En ese momento supe que era un vendedor. 


Yo siempre me he considerado una persona paciente, no grosera con los vendedores ambulantes, pero hoy, sin darme cuenta, carecí de esa paciencia increíblemente. Yo misma me quedé atónita, al igual que mis hijos,  este hombre insistía en que le abriera mi ventanilla mientras yo insistentemente con la cabeza le decía que no. Pero él no dejaba de insistir, cuando sin pensarlo más, abrí mi ventanilla y de forma grosera le dije que no quería comprar agua, que dejara de molestar, mi frase acompañada de una palabra altisonante. El hombre sólo se retiró con la cabeza agachada y triste. 

En ese momento no pensé que tuviese algún problema mental, pero al voltear mi mirada hacia él y ver su caminar, su reacción, la tristeza marcada en su rostro, y después ver que un acompañante le daba una palmada en la espalda devolviéndole la sonrisa y el ánimo de seguir intentando vender sus botellas de agua, me di cuenta de que el hombre tenía algo especial y que yo no había sido nada cordial y paciente con él.

Obvio, él ni siquiera volteó a verme, sólo se sintió muy triste porque ni siquiera le regalé una sonrisa. Todo pasó en cuestión de dos minutos, lo que dura un semáforo. Voltee a ver a mis hijos y vi sus rostros diciéndome: ¿qué te pasó? ¿porqué lo trataste así? Ellos se extrañaron, nunca habían visto una actitud tal de su madre hacia otra persona. 

Inmediatamente mi conciencia me hizo darme cuenta que perdí los estribos, quizá por el estrés que he tenido por el trabajo, quizá por el hambre que tenía en ese momento, quizá por muchas cosas. Lo que sé es que nada justificó mi actitud y todo el día traje lo sucedido en mi mente,  pensando en cómo puedo reparar lo hecho. Pero la realidad es que no puedo repararlo, pues el daño y tristeza provocada a esa persona ya se hizo.

Hoy he recibido una lección muy importante. Me he sentido tan mal. Me doy cuenta que esa persona me ha enseñado que, a pesar de los malos momentos que nos hacen pasar otras personas, nosotros no debemos perder la sonrisa de nuestro rostro, pues ésta es uno  de los alimentos a nuestro ser que nos mantiene positivos día con día.

Dos cosas me ha dejado este día, la primera y quizá a más importante es la forma en que me vieron mis hijos que sé no deberá suceder de nuevo, pues ellos aprenden de mí, y la otra, es que cada día, a pesar de lo estresada que esté, no debo descargar actitudes negativas a los demás.

¡Saludos!

miércoles, 15 de octubre de 2014

Visita domiciliaria


Visita domiciliaria laboral… ¿Para qué?


Muchas veces me han preguntado cuál es el motivo por el que una empresa envía a una persona a realizar una visita domiciliaria y hacerle preguntas al futuro trabajador, pues como empleados, o futuros empleados, se puede pensar que a la empresa no le debe de importar cómo vive o cómo es la persona que se va a contratar, que lo que debe de importar es que trabaje bien, y esta respuesta a la interrogante del mismo candidato es válida desde su punto de vista.



Aquí  te menciono, con un ejemplo sencillo, la gran importancia en la visita domiciliaria a un futuro empleado.

Si  necesitas en tu casa a una persona especializada en algo que por tiempo o conocimientos no puedes cubrir: pintar la casa, hacer tu cocina o ayudar en las labores del hogar, no contratarás a alguien desconocido,  ¿o sí? Te interesará saber en dónde ha trabajado, cómo fue su comportamiento, si el trato con otras familias fue cortés, si hubo algún problema, qué costumbres tiene, etc., pues no querrás llevarte una sorpresa desagradable cuando llegues a tu casa… ¿O me equivoco?




Ahí tienes la respuesta, para la empresa o futuro patrón el conocer a su próximo colaborador es darle  confianza desde el primer  momento en que entras a laborar, pues ya supo quién eres, dónde y cómo vives, y cómo y con quién trabajaste, de esa manera se puede comenzar  con una mejor relación de negocios.



 ¡Saludos!

martes, 14 de octubre de 2014

Si quieres que tu vida vaya hacia adelante


Si quieres que tu vida vaya hacia adelante, debes dejar atrás a las personas que te detienen.

Te has preguntado alguna vez, ¿Porqué las cosas ya no son como antes?,  ¿Porqué antes era feliz?,  ¿Porqué antes sonreías? Y así, hacernos muchas preguntas del porqué antes era uno positivo y ahora pocas veces lo somos.
A mí me ha pasado, antes la vida la veía color de rosa, muy probablemente porque mi vida la resolvían mis padres y después mi pareja, uno sueña con una vida de felicidad constante, sin saber que la vida no se trata de eso, sino de apreciar momentos gratos que nos hacen sonreír. Pero con el paso del tiempo te das cuenta que las cosas cambian sin darte cuenta, nosotros mismos cambiamos, pero depende de uno mismo hacer de ese cambio positivo o negativo, sin embargo no hay que descartar que las personas que nos rodean juegan un papel muy importante en nuestro andar por esta vida.



Te ha de pasar que cuando convives con personas que son sonrientes, que tienen una palabra linda para contigo, que ven las cosas buenas por donde pasa te contagia y en lugar de ir molesta, vas sonriente, yo creo que más de una vez te ha pasado, inclusive cuando uno es así, que por lo regular vemos las cosas buenas de la vida y las apreciamos, las cosas nos salen mejor y día a día tenemos siempre de qué sonreír; pero ¿qué pasa cuando convives con personas que son negativas? A cada momento están renegando de cualquier cosa, por donde pasan encuentran lo malo, no están conformes, critican a cuanto transeúnte pasa, cuando van en su carro critican al conductor que va a dos carriles de ellos, en fin, así podemos enumerar más cosas, pero ¿te has observado cuando estás con esa persona?  verás que pocas veces o nunca sonríes, te cuesta trabajo ver las cosas lindas de la vida porque siempre te están recordando lo que no es bueno (para esa persona y te contagia).
Por eso y por muchas cosas más, debe uno tomar una decisión, difícil, porque esas personas puede que sean muy cercanas a ti, pero dejarlas atrás, ya que sólo contaminan tu estado de ánimo, hacen que tus días sean  pesados, que no te llevan a ningún lado, esas personas sólo detienen tu bienestar y si tú estás bien te será fácil avanzar, pero si estás mal, te será difícil hacerlo.
Estoy convencida que esas personas deben cambiar, porque precisamente por ellas hay menos cordialidad entre los humanos, y claro que pueden cambiar, pero ese cambio es voluntario, me he topado con gente negativa que se ha vuelto cercana a mí y con sinceridad le digo que es una persona negativa y que no me gusta, obvio les cuesta trabajo primero aceptarlo, pero una de ellas ha logrado tener un cambio, porque ella misma reconoce que ser tan negativa le ha afectado para gozar de momentos felices y disfruta menos la vida, pero otra persona siempre dice que cambiará precisamente por las mismas razones, pero no tiene voluntad y siempre es negativa y eso precisamente es lo que me ha llevado a escribir brevemente sobre el tema.
Ya para concluir y no entretenerte más te dejo con esta reflexión: “Si quieres que tus días sean alegres y positivos, aléjate de esa persona que te quita la sonrisa contantemente”

¡Saludos!