jueves, 16 de octubre de 2025

La semana en que la novela me encontró. (Semana Mundial de la Novela del 13 al 20 de octubre del 2025)

El lunes, la ciudad parecía la misma: camiones llenos, vendedores de frutas gritando precios en la esquina, y el sol arrancando vapores del pavimento. Sofía llegó a la biblioteca más por costumbre que por convicción, sabiendo que algo celebraban esa semana, aunque no entendía por qué tanto alboroto con las novelas. Nunca había terminado una entera.

El ambiente allá adentro contrastaba con el bullicio de la calle: fresco, con olor a hojas viejas y manos recién lavadas. Un bibliotecario, entusiasta y algo insistente, le puso en las manos una novela poco conocida. “Dale una oportunidad, igual y te cambia el día”, le dijo con una sonrisa de esas que convencen.

Aquella noche, entre mensajes de WhatsApp y citas de trabajo que no podía olvidar, Sofia leyó la primera página. No entendió mucho, pero hubo algo en el tono de la protagonista que la hizo sentir en confianza, como si platicara con una vecina en la tienda.

 

Esa sensación se hizo costumbre. Al tercer día, la novela era una excusa para salir antes del tráfico y perderse entre palabras ajenas. Los personajes invadieron su rutina: pensaba en ellos al elegir el desayuno, los imaginaba riendo en la parada del camión como si fueran amigos de toda la vida.

El viernes, Sofía consiguió arrastrar a su hermano a una charla de la Semana Mundial de la Novela. Le sorprendió la cantidad de gente: doñas, chavitos de secundaria, un señor que parecía conocer todos los libros del mundo. La moderadora preguntó:
—¿Alguien quiere compartir qué historia les marcó la vida?

Sofía, tímida, se quedó callada, pero escuchó atento las anécdotas de otros, sintiendo que tal vez aquello de leer novelas no era solo entretenimiento, sino una forma de entenderse —y entender a los demás— en este mundo raro.

El domingo, a último minuto, devolvió la novela a la biblioteca. Al salir, el bibliotecario volvió a sonreír como si supiera un secreto:
—¿Te convenció?
Sofía se encogió de hombros y, por primera vez, no supo qué responder.

Al día siguiente, mientras iba tarde al trabajo, notó algo insólito: en la parada de camión, la señora del puesto de jugos leía la misma novela. Detrás, dos estudiantes discutían sobre un personaje del libro. Y, por la tarde, su jefe mencionó —casi al pasar— una frase idéntica a la que más le había gustado.

Entonces Sofía entendió: la Semana Mundial de la Novela no termina el domingo. A veces, una historia se te pega y, sin darte cuenta, empieza a vivir en quienes te rodean. Las novelas, pensó, son como esos chismes buenos: una vez que arrancan, nadie los detiene.

Sofía sonrió por dentro y, sin decir palabra, tomó prestada otra novela. Esta vez, con la certeza de querer ver hasta dónde llegaba la magia.